Biografia de Maties Cardona Meseguer

Ordenado sacerdote en Calahorra el 11 de abril de 1936, el P. Maties Cardona llevaba muy poco tiempo en el colegio de Sant Antoni de Barcelona cuando estalló la guerra civil en España; aquel mismo curso había acabado los estudios eclesiásticos y se disponía a comenzar su apostolado en la escuela.

El domingo, 19 de julio, al mediodía fue uno de los religiosos del colegio de Sant Antoni que pasó al taller vecino; por la noche salió, como los demás, por la calle de Salvador en busca de refugio en una casa amiga; se dirigió a la de una tía, donde Maties permaneció sólo algunos día para evitar el riesgo de que sufriera las represalias de haber dado cobijo a un sacerdote, y se trasladó a la casa de su buen amigo y familiar, el Sr. Jost Godes. También permaneció allí poco tiempo, pese a que sus amigos se declararon dispuestos a todo para salvarlo.

Pensando que Vallibona, su pueblo natal, sería un lugar más seguro, se dirigió allí el 30 de julio. Alegremente acogido por su hermana Dolo res, permaneció con ella hasta e117 de agosto, en que fue arrestado. El testimonio que nos ha dejado la hermana nos dice que el P. Maties ocupaba el día en leer y rezar. Le pedía ella que saliera de vez en cuando, que fuera al café, que hablase con la gente, pero el P. Maties lo rechazaba: "¡Oh, no! Soy sacerdote y seré consecuente con mi conciencia".

Personas amigas le sugirieron huir a Francia, comprometiéndose a procurarle los documentos necesarios; lo agradeció, pero no aceptó, diciendo que se había puesto en las manos de Dios.

También en Vallibona e111 de agosto las imágenes sagradas de la iglesia parroquial fueron pasto de las llamas. El alcalde había sugerido a la hermana y a su esposo que buscaran un lugar más seguro donde esconder al P. Maties. Se pensó en la hacienda Casa Cardona, propiedad de un tío, situada fuera del pueblo. El P. Maties se dirigió a ella en las primeras horas del 17 de agosto.

Apenas había salido, cuando se presentaron en casa de su hermana algunos milicianos que iban a arrestarlo. Preguntaron insistentemente por él, inspeccionaron todo rincón de la casa, pero no lo encontraron. Varias horas después regresaron de nuevo y consiguieron que les indicara el lugar en que estaba escondido, tras haberla amenazado de muerte y haberle prometido que salvarían la vida de su hermano.

Los milicianos obligaron a dos hombres del comité a dirigirse a Casa Cardona para arrestar al P. Maties. Un testigo, que le dio cobijo ,narra así el arresto:

"Me encontraba yo allí cuando a primeras horas de la tarde (creo que el 17 de agosto de 1936) vi llegar a dos hombres armados. Uno de ellos guiñó el ojo al compañero, como indicando que habían dado con lo que buscaba. Entraron y preguntaron: '¿El P. Maties?'. Al oír su nombre, salió y se presentó. '¿ Llevas armas cortas o bombas ?', le interrogó uno de ellos. 'Nada de eso', contestó el P. Maties. 'Dice el alcalde que te conduzcamos al comité del pueblo'. Y añadió: 'Deja lo que lleves en los bolsillos'. El P. Maties sacó de su bolsillo el breviario y lo besó. Arrebatándoselo el más furioso de los dos emisarios y arrojándolo al hogar, comentó: 'Esto es mejor quemarlo'. Fue arrestado y conducido al comité de Vallibona".

Lo que siguió a su arresto, lo sabemos por la narración de uno de los dos que lo capturaron:

"No lejos del domicilio de su hermana, le dijimos 'Si deseas acercarte... Anda, hombre; te aguardamos'. 'Oh, no!... No lo necesito', contestó él. Pero insistió mi compañero. Fue el P. Maties como a diez metros de la casa y dio una voz. Su padre estaba ausente; se asomó su hermana. Le dijo el religioso 'Parece que me conducen preso'.Quitóse el ancho sombrero de paja y lo lanzó por el aire hasta su hermana, mientras le decía: 'Para recuerdo, ¡Consérvalo!".

Llegaron al comité, donde el P. Maties encontró al Sr. José Querol y al sacerdote D. Manuel Meseguer; aprovechando una breve ausencia de los milicianos -recuerda el Sr. Querol- me saludó y me dijo quedamente: "D. José, si no nos vemos..., hasta el cielo".

Por la tarde de aquel día, los dos sacerdotes fueron encerrados en una celda de la cárcel, se les entregó un colchón y se les concedió libertad para recibir visitas y comida de sus familiares. Su hermana recuerda así aquellos días:

"Visitaba yo a mi hermano y le llevaba comida. Otros familiares hicie ron lo mismo. Me dijo un día: no llores. Estoy tranquilo y contento. Me hallo dispuesto a dar con gozo mi vida por Dios. Nos han tocado en suerte tiempos difíciles. Nuestra fe será más meritoria".

El 20 de agosto de 1936 fue el día del sacrificio cruento para los dos sacerdotes. La hermana del P. Maties, que le había visitado en las primeras horas del día, afirmó haberle encontrado en el estado habitual de serenidad y de confianza en Dios. Hacia las siete, tres hombres, con pañuelo rojo al cuello, le sacaron de la cárcel y le llevaron, junto con D. Manuel, al lugar llamado Pigró del Coll, donde, tras obligarles a bajar del coche y ponerse a pocos metros de distancia, los milicianos dispararon sobre ellos. Poco después los mismos milicianos fueron vistos regresar a Vallibona en el mismo coche. Por la noche la noticia se esparció por el pueblo.

Más tarde se supo que el P. Maties, con su proverbial fortaleza de ánimo y espíritu sacerdotal, había dirigido a los milicianos palabras conmovedoras, sin faltar la palabra suprema del perdón. Uno de los milicianos masculló esta frase despectiva, que vale por un auténtico encomio: "Basta ya... A la tarea. Este acabará por convertirnos...".

Se dice que el P. Maties quiso ser fusilado con sus brazos en cruz. Su cadáver fue encontrado en la cuneta, acribillado en la frente, con sus brazos extendidos.

Los cadáveres fueron recogidos por los mismos hombres del comité y sepultados en el cementerio de Vallibona. Terminada la guerra, por ges tiones de su hermana, los restos mortales del P. Cardona, junto con los de D. Manuel Meseguer, fueron colocados en un nicho del mismo cementerio.

34 AÑOS DE VIDA

El P. Maties Cardona vivió 34 años, siete de ellos como religioso de las Escuelas Pías. Los demás los pasó en el mundo, pero siempre con el deseo de ser religioso escolapio. Había nacido en Vallibona el 23 de diciembre de 1902. Era hijo de Narcís y Dominga. Desde pequeño reveló un ingenio vivo, delicadeza de espíritu y sentimientos religiosos. Apenas llegado al uso de razón, fue monaguillo en la iglesia parroquial. El párroco, D. Melchor Boix, hablaba frecuentemente durante el catecismo con los niños y en sus conversaciones del Calasanciado que los Escolapios tenían en el Colegio de Morella. Así Matíes, que sentía el deseo de ser sacerdote, a la edad de 12 años, pidió ser admitido en aquel centro vocacional, donde fue acogido, junto con otro niño de Vallibona. Se adaptó pronto al nuevo ambiente, aunque al principio le costara ponerse a la par de los demás niños por haber nacido en una familia pobre y haber vivido siempre en un pueblo pequeño. El P. Pere Boronat, que fue compañero suyo en Morella, lo recuerda como un muchacho trabajador, simpático y piadoso.

Desgraciadamente, la extrema pobreza en que vivía la familia indujo a sus padres a hacerle interrumpir su camino vocacional. La pobreza era tal que no podían prepararle ni siquiera lo necesario para entrar en el Noviciado, por lo que le dijeron que no le era posible continuar sus estudios y que debería quedarse en Vallibona, trabajando y ayudando a la familia. Maties sufrió mucho por esta decisión, al igual que sus compañeros. Su sueño parecía esfumarse.

En aquellas duras circunstancias, recibió la ayuda del párroco del pueblo, quien consiguió convencer a sus padres para buscar una solución alternativa. Pidió y obtuvo para Maties un trabajo de servicio en el colegio de los Hermanos de las Escuelas Cristianas de Barcelona, donde fue cordialmente acogido. El nuevo ambiente contribuyó a serenarlo y la paz interior volvió a su espíritu. Trabajaba, oraba, no perdía la esperanza. ¡Quién sabe si un día...! Todo lo que ganaba lo enviaba a sus padres, limitando a lo esencial sus gastos personales. En el colegio fue apreciado tanto por la dirección como por los profesores. Todos tenían confianza en él.

A los 20 años hubo de dejar el colegio para cumplir el servicio militar, tras el cual permaneció durante ocho años en el ejército formando parte de un batallón de radiotelegrafistas y frecuentando la escuela militar hasta obtener el grado de cabo.

En su camino vocacional constituyó un paréntesis importante su permanencia en el Hospital Militar de Málaga, donde se había trasladado desde Tetuán, acosado por unas fiebres persistentes. Ahí el Señor puso a su lado un verdadero ángel de la guarda en la persona de Sor Ana María Ferrer. Así la describe el mismo P. Maties en la conversación que tuvo con el P. Provincial de Cataluña cuando, en 1929, se le presentó pidiendo ingresar en las Escuelas Pías:

"Cierto día la religiosa, que era muy observadora e intuitiva, muy lista y enérgica, me preguntó con delicadeza, cuál iba a ser mi vida, restablecido ya y libre de mis deberes militares porque agregó 'me parece que Dios le ha trazado a Vd. un camino muy bueno'. No dudé en confiarle el gran secreto y el anhelo de mi vida: ser sacerdote, pero como religioso de las Escuelas Pías. Le conté brevemente mis años de postulante en Morella, de la negativa de mis padres... 'Pero Vd., Madre, -añadí-, mantenga este secreto hasta que Dios convierta en realidad mi esperanza. Lo haré así -respondió- y quedaré orando hasta tan hermosa verificación" .

El P. Maties conservó durante toda su vida gratitud hacia aquella religiosa que le había sostenido en los momentos difíciles y alimentado sus esperanzas con el afecto y la oración.

Su vuelta a las Escuelas Pías estuvo acompañada de episodios que dejaban entrever los planes de la Providencia. Hacia el atardecer del sábado 4 de febrero de 1928, salió de casa a comprar entradas para la inauguración de una ópera que se iba a representar al día siguiente. Consciente de la situación en que se encontraba (insatisfacción por el presente e incertidumbre ante el futuro), recordó de improviso que nadie mejor que la Virgen podría ayudarle a solucionar su problema. Entró en una tienda, compró una vela y la encendió después ante una imagen de la Virgen. Su amigo José Godés, que observaba la escena,le preguntó «¿Promesa o acción de gracias? ". "Petición a la Virgen ", respondió.

La gracia fue obtenida y se manifestó en el encuentro verdaderamente providencial con su viejo compañero del Calasanciado de Morella, P. Pere Boronat, que en aquel tiempo se encontraba en el colegio de Sarriá.

Dios le quería escolapio y él lo aceptó, a pesar de que la situación familiar no había variado. Se presentó al P. Provincial, solicitando humildemente ser admitido a formar parte de la Orden de las Escuelas Pías.

Entró en el Noviciado de Moia, donde inició una nueva vida, animado por un genuino espíritu religioso. Vistió el hábito escolapio el 25 de julio de 1929 y emitió su primera profesión el 24 de agosto de 1930. Era sacrificado, obediente, fervoroso; todo se le hacía dulce y soportable. Se mostró esforzado y puntual en el cumplimiento de sus deberes, fueran éstos grandes o pequeños. Las renuncias propias de la vida religiosa no constituyeron novedad para él: había obedecido toda su vida, había experimentado y sufrido la pobreza y el cansancio, había cultivado nobles y cristianas amistades. También en el Noviciado experimentó todo esto, pe- ro ahora las motivaciones eran de un orden superior. A pesar de su edad -27 años- no se sentía formado suficientemente, confiándose por ello al P.Maestro, a su confesor y a sus profesores. Solía decir que tenía un tesoro de experiencias, pero que ahora caminaba por senderos desconocidos.

No encontró dificultades en los estudios. En Morella, excelentes profesores escolapios le habían iniciado en las letras y en el gusto por los clásicos españoles y latinos. Tampoco olvidó el griego. Volvió a él la vena poética y reanudó sus composiciones en prosa o en verso, tanto en español como en latín, aunque abandonó este campo de la poesía con una decisión rápida. A un compañero, que se maravillaba del hecho, le respondió: "Hermano, se lo manifesté al P. Maestro. Durante la oración me runruneaban demasiadas quintillas y me tentaban asonantes y consonantes".

El Noviciado fue para él una pista de lanzamiento hacia nuevas metas y nuevos horizontes. El trienio 1930-1933, que transcurrió en Irache, estuvo dedicado a la formación cultural y al asentamiento de su vocación. Quedó claro que ni su edad ni su mente habían perdido la necesaria permeabilidad de la inteligencia estudiosa. A partir del curso 1933-1934, el estudio de la teología en Albelda de Iregua (La Rioja) alimentó con nuevas y profundas verdades su piedad hacia Dios y su caridad hacia el prójimo. Gozaba con antelación pensando en su futuro ministerio educador en los colegios de su Provincia de Cataluña: era aquella su vocación constante que pareciera imposible en el pasado, pero que ahora se aproximaba cada día un poco más. Pregustaba la alegría del sacerdocio ya cercano, cuyo espíritu poseía y cuya consagración anhelaba con redoblado fervor.

Con ocasión de su profesión solemne, que emitió el día de la Asunción de 1934, escribía así a Sor Ana María Ferrer:

"Se dice ordinariamente que en este mundo no cabe dicha completa; mas yo, después de lo experimentado en mí el pasado día 15, he de contestar afirmativamente; he de decir que hay días en que se siente uno tan en contacto con Dios nuestro Señor, tan impregnado de la suavísima dulzura de su presencia, que se ve uno obligado a exclamar con el santo patriarca Jacob: 'Verdaderamente Dios está aquí"'.

Quienes vivieron con él los momentos felices de su profesión subrayan la gran satisfacción que inundaba su espíritu y que su persona irradiaba. Sólo él podía medir y comprender la obra del Señor a través de aquella economía de gracia. El Señor había tardado, primero, pero llegaba ahora con oportuna puntualidad.

El11 de abril de 1936, en la capilla del Obispo de Calahorra, fue consagrado sacerdote. Con aquella ordenación todo recibía una explicación mayor y más luminosa: la vocación, las amarguras, las tinieblas y las luces, los desiertos y los oasis. Y había, además, una hermosa perspectiva de apostolado. El sacerdocio, como en el caso de los discípulos, ponía fin y honraba los años de tenaz seguimiento del Señor, unido siempre al Maestro de los milagros y del poder.

Pero sólo pudo gozar las primicias de su sacerdocio. De la intimidad del Jueves Santo el Señor lo asoció pronto a su Pasión y a su Muerte. El P. Maties aceptó la voluntad de Dios con serenidad, sin oponer resistencia a quien le arrestaba, convencido como estaba de que el sacrificio de la propia vida no quedaría sin fruto.

LA BEATIFICACIÓ I L'HIMNE UN SANT DELS NOSTRES IMATGES PER AL RECORD